viernes, 25 de abril de 2008

El 24


Esto podría empezar así: El 24 tiene ese ‘no sé qué’... Pero como no es una publicidad voy a poner primera con otro estilo. Va:

Un colectivo que me tomo habitualmente es el de la línea 24. El trayecto completo va desde Wilde hasta Villa del Parque pero yo lo uso para tramos más cortos. Barracas-San Telmo-Once-Abasto-Villa Crespo y hasta ahí llego.

El 24 es impredecible: a veces viene enseguida, otras hay que esperarlo más de media hora. El 24 puede venir vacío en hora pico, pero quizás a las tres de la mañana no te para por lo colmado que está… A veces, el 24, va a máxima velocidad y otras a paso de tortuga pero casi siempre aparece una figura ya olvidada en el transporte público argentino: el guarda.

En países vecinos -voy a hablar de Brasil y Uruguay que son los que conozco- el guarda cumple un rol fundamental: además de ser el encargado de cobrar el boleto, le avisa al conductor cuándo puede cerrar la puerta.

Aquí, en cambio, la cosa es muy distinta. Los choferes se las arreglan solos y por lo general no se las arreglan muy bien.

El 24 reivindica la figura olvidada del guarda, sólo que le da un uso inapropiado. Lo hace trabajar de vigilante: es el que controla los horarios del chofer y que los pasajeros hayan abonado correctamente el boleto.


El guarda, como el 24, también es impredecible. Es como Droopy, aparece en cualquier momento, no distingue horarios -creo que es capaz de despertarte a las dos de la mañana- y siempre está preparado, birome roja en mano, para poner tildes.

Me pasó más de una vez que tuve que sacar todo -y cuando digo todo, es todo- de mi cartera y revolver hasta en el más minúsculo rincón para encontrar el mísero boleto hecho un bollo, doblado como un acordeón o plegado como un abanico. Y me vi en la obligación de hacerlo porque el guarda del 24 -que en otros tiempos me hubiese dicho “no, dejá, está bien”- se quedaba parado a mi lado intimidándome con la mirada, moviendo el piecito, poniéndome presión para que encontrara el boleto, y lo hiciera rápido.

Y todo eso para que con su birome roja me diera el okay -se ve que ya no existen esas agujereadoras de boletos-. Parece que el 24 nos expone todo el tiempo, hoy me desquito y soy yo la que lo deja en evidencia.

1 comentario:

AYE dijo...

Para mi, el 24 es el tercer mejor lugar donde dormir, después de mi cama y la de mi abuela Kika.
Cuando me despierto y me doy cuenta de que falta poco para mi casa, quiero seguir el viaje.