lunes, 18 de octubre de 2010

Perfume II


Hay un tubito de esos de los rollos de fotos que guarda un aroma muy especial. Era verano viajaba a Montevideo en Buquebús, tenía la cámara y un rollo de fotos. Una vez colocado el rollo me quedé con el tubito de plástico negro. Cuando era chica mi mamá guardaba las monedas ahí. Pero yo no tenía monedas, tenía que guardar otra cosa.

Esperé a que el freeshop abriera sus puertas, me acerqué al mostrador de los perfumes y les pregunté a las chicas por algún perfume ‘avainillado’ –término que me sugirió mi amiga Carita que en alguna época fue promotora de fragancias en lugares top como el Patio Bullrich, donde veía cómo mujeres gastaban el equivalente a su sueldo en un minúsculo pote de crema facial–. Y así pasé por unos cuantos aromas hasta que ya no quedaba espacio para portar las muestras en mi piel. Pedí un cartoncito y allí se perpetuó por siempre Kenzo amour. Lo guardé en el tubito del rollo fotográfico para que se concentrara.

Cada vez que necesito oler algo rico, no tengo más que destapar mi tubito: aún hoy conserva el aroma ‘avainillado’ de Kenzo amour.