martes, 6 de enero de 2009

Vermú


Una experiencia con gente más grande, de otra generación, me hizo conocer sabores viejos, olvidados en los anaqueles de los bares, sabores que volví a descubrir hace poco en las recorridas nocturnas de mis últimas vacaciones. De esa botella de vidrio sin logo se desliza una medida de caña con pitanga, caña con butiá, de grapamiel.

Suelo ser reacia a los cócteles que no conozco porque los alcoholes baratos no me inspiran mucha confianza. Sin embargo, si me recomiendan me animo y empino el codo. Sobre todo en esos bares que invitan a beber compulsivamente, ya sea por su calidez o por su amigable tarifa. Una combinación maravillosa, difícil de encontrar. Pero no imposible.

En Montevideo, el bar Los yuyos, es como una nursery de alcohólicos. Detrás de la antigua barra de madera se lucen las botellas de cañas varias, controladas por el barman que nos mima y por apenas 25 pesos uruguayos nos sirve un chupito revitalizador.

En los bares de Uruguay me siento como si tuviese 70 años y fuese a tomar un aperitivo a eso de las siete de la tarde. Me siento así, mayor, y me gusta. Me gustaría llegar a esa edad con unas cuantas cañas encima y llamar al mozo con la mano y hacerle una seña para que me traiga el vermucito de rigor.