domingo, 12 de septiembre de 2010

Francis Mallmann

Viste sweater rosa, pañuelo al cuello al tono, boina y saco de terciopelo rayado. Usa botas de montar no en vano: el hombre llega a caballo a un paraje inhóspito en la Patagonia, al lado de la Cordillera de los Andes. Llega solo pero evidentemente tiene un equipo numeroso que ya hizo gran parte de su trabajo: prendió los fuegos, armó la mesa, abrió el vino para que respire.

No tiene pinta de gaucho, pero el hombre se esfuerza en combatir el frío y el viento. “No sé cuántos grados bajo cero debe hacer, pero muchos”, suelta. En semejante hostilidad, se anima a terminar el plato del día: entrecot de cordero con “pastel de papas rosadas y cebollas”.

Ni bien termina el plato, solamente atina a probar las papas y dice: “Esto es exactamente lo que quería”. Por la televisión se ve delicioso y claro, los ojos siempre dicen la verdad. Después de ese mini bocado y dejando el plato intacto, confiesa: “Me voy, no lo soporto más. Hace demasiado frío. El hombre tiene que saber cuando la naturaleza dice basta. Me voy”. Y sin perder más tiempo, cabalga de regreso al refugio; se le vuela la boina pero poco le importa, ni siquiera se acuerda de su chihuahua, que quedó dentro de un bolsito en el desolado paisaje patagónico.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Gastón cena conmigo


Pilar Sagarra, Mesa para dos III, de la serie "Interiores"

Carita me lo preguntó: “Che, ¿lo pusiste a Gastón ahí para que te acompañara todas las noches?”. La verdad es que no. Lo había dejado ahí porque lo quería llevar para arriba, al cuartito, pero como no tenía con qué pegarlo lo dejé en el living. Sí, Gastón está en la banqueta del living, él está pegando un revés sublime pero también está sentado a la mesa. Conmigo.
Ponemos Jamiroquai (que nos gusta a los dos) y bailamos; hacemos sombra con la raqueta para practicar el saque. A mí me sirve mucho que Gastón esté en casa. Gracias a sus sugerencias, mejoré notoriamente mi revés y puedo aguantarle la pelota a mis compañeros. Por ahora, me sigue acompañando en la cena, en la intimidad del hogar, pero en cualquier momento salimos de paseo. Nos tomamos el 12, nos bajamos en Congreso y vamos a los courts de Pasco y Rivadavia. Después de jugar nos tomamos una birrita en Bellagamba y compramos algunas cosas para la cena. Volvemos a casa y él me dice: “A mí me gusta la banqueta, yo me siento acá”. Y cenamos, cada cual en su silla.