A pesar de mi flaqueza en el habla, estudio una carrera que tiene finales orales obligatorios. Por lo que al menos dos veces al año, me tengo que sentar delante de un o unos docentes y hablar, hablar y hablar.
De afuera, imagino que se debe ver algo así:
Una alumna novata se sienta con su botellita de agua, porque además del acelere de sus palpitaciones, se le seca la boca, se queda sin saliva y va perdiendo la voz, entonces, un sorbo cada tanto le ayuda a seguir hablando. Pero la alumna va ganando confianza, infla el pecho y hasta se da el gusto de contar una anécdota personal, que digamos, venía al caso:
“El otro día estaba en un supermercado chino, no, era una casa de comidas china, y vi una revista. La vi y estaba al revés, bah, para mí estaba al revés porque la contratapa era la tapa, y se abría de atrás para adelante. Me llamó mucho la atención porque era muy extraño, no entendía nada, bueno obviamente porque estaba en chino, pero además leer la revista de atrás para adelante era rarísimo”.
Si bien la anécdota es cierta, no es menos cierto que no fue algo espontáneo. La alumna tenía todo craneado desde hacía unos días cuando empezó a preparar el tema, pensó que un poco de cotidianidad iba a acompañar muy bien el contenido académico. En otras palabras, canchereó y le salió bien.
Ayer fui a ver una película china, y en una de las escenas, se ve un hombre de espaldas leyendo una revista, china. El hombre fuma mientras voltea las hojas de la publicación y lo hace como cualquier occidental, no va de atrás para adelante.
Se me ocurre que las revistas chinas que llegan acá deben ser for export y las harán al revés para alimentar la nostalgia de los desarraigados y para ayudar a estudiantes que las usan de ejemplo en un examen final.