domingo, 20 de diciembre de 2009

Ser distinta


No se me da bien lo hablado, nunca me destaqué por eso. En el mundo de los hablantes siempre pierdo, porque escucho, pienso y luego hablo. Entonces consumo tiempo, y quedo atrás frente a los que tienen el don de escupir sonidos continuamente. Eso sí, siempre tengo la sensación de que me quedo con ganas de decir algo más pero mi momento ya pasó y a veces no se puede retroceder casilleros.

A pesar de mi flaqueza en el habla, estudio una carrera que tiene finales orales obligatorios. Por lo que al menos dos veces al año, me tengo que sentar delante de un o unos docentes y hablar, hablar y hablar.


De afuera, imagino que se debe ver algo así:
Una alumna novata se sienta con su botellita de agua, porque además del acelere de sus palpitaciones, se le seca la boca, se queda sin saliva y va perdiendo la voz, entonces, un sorbo cada tanto le ayuda a seguir hablando. Pero la alumna va ganando confianza, infla el pecho y hasta se da el gusto de contar una anécdota personal, que digamos, venía al caso:

“El otro día estaba en un supermercado chino, no, era una casa de comidas china, y vi una revista. La vi y estaba al revés, bah, para mí estaba al revés porque la contratapa era la tapa, y se abría de atrás para adelante. Me llamó mucho la atención porque era muy extraño, no entendía nada, bueno obviamente porque estaba en chino, pero además leer la revista de atrás para adelante era rarísimo”.

Si bien la anécdota es cierta, no es menos cierto que no fue algo espontáneo. La alumna tenía todo craneado desde hacía unos días cuando empezó a preparar el tema, pensó que un poco de cotidianidad iba a acompañar muy bien el contenido académico. En otras palabras, canchereó y le salió bien.

Ayer fui a ver una película china, y en una de las escenas, se ve un hombre de espaldas leyendo una revista, china. El hombre fuma mientras voltea las hojas de la publicación y lo hace como cualquier occidental, no va de atrás para adelante.

Se me ocurre que las revistas chinas que llegan acá deben ser for export y las harán al revés para alimentar la nostalgia de los desarraigados y para ayudar a estudiantes que las usan de ejemplo en un examen final.

martes, 1 de diciembre de 2009

Sale el sol


Él se levanta sonriente, se mira al espejo, se lava la cara, deja sus dientes relucientes. Se quita ese piyama con olor a dormido y saca del ropero el traje de gala, cuidadosamente guardado al ladito del aromatizante de coco, ese que se usa en ocasiones especiales. Lo extiende sobre la cama, lo mira desde arriba, le sonríe y lo deja ahí, a la espera.

Ahora se ducha, sale con el pelo mojado, quiere verse fresco, lindo. Se viste, se perfuma, se mira otra vez al espejo, perfil derecho, perfil izquierdo, de frente. Se siente bien, está relajado y cómodo porque el traje que más le gusta es puro confort, cero acartonamiento.

No se olvida de los accesorios: los detalles son detalles pero siempre hay alguien que los sabe ver. Una pulserita de macramé por acá, un collar de semillas del norte por allá. Tiene perfil bajo pero hoy no, hoy quiere llamar la atención. Hoy sale el sol, miren cómo brilla.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Bien Machote



No soy una feminista fanática. No hablo con lenguaje inclusivo, me parece piola pero me resulta un poco molesto. La verdad es que me hincha estar diciendo todo el tiempo “todos y todas”, “empleados y empleadas”… Me gusta más cuando el femenino cambia: “actores y actrices”, “vacas y toros”…

Sin embargo, me hincha mucho más lo que es machista por naturaleza, por decantación, porque sí. El facebook es machista por default. Tiene todas las herramientas como para no serlo, pero eligió alimentar su ego sólo en base a testosterona.

Cuando quité la foto que me identificaba en el perfil apareció un simpático dibujito de lo que podría llegar a ser la cara de una persona. Es como un diseño de sombras, donde nada se distingue, es pura forma y contraforma en blanco y el celeste característico de Facebook. Bien podría haber una versión masculina y otra femenina.

Pero no, Mr. Facebook tiene una única versión, que vislumbra la silueta del rostro de un hombre. Facebook sabe que soy mujer porque para registrarme me preguntó, así que no tiene excusas: es un machista auténtico.       

jueves, 22 de octubre de 2009

El suplemento Radar

El domingo me levanto temprano y salgo de casa con un único objetivo: tener en mis manos Página 12. No es por el diario en sí, sino por uno de sus suplementos, el Radar. Lo compro y enseguida lo busco por las dudas de que no esté. Además me genera cierta ansiedad ver lo que está en tapa; en qué arte se va a enfocar esta semana o en quién. La miro una y otra vez hasta avanzar con el maravilloso contenido interior.

Toda esa ansiedad que me provoca por momentos Radar, esas ganas de leerlo de punta a punta, de no perderme ni una pastillita, de mirar la agenda y ver a cuántos espectáculos voy a ir esta semana aunque no vaya a ninguno, todas las sonrisas que generan esas páginas grandes y gruesas, al domingo próximo son historia. Y no porque queden desactualizadas, sino porque sirven de sostén para la bolsa de residuos. Las páginas más bellas de los domingos se doblan en dos o en cuatro y se ubican en el piso del tacho de basura. Arriba, generalmente con un poco de aire, flota la bolsa de supermercado donde se va a almacenar la yerba mojada, las servilletas usadas, las basuritas que quedan en la pileta cada vez que hay un lavado de platos, los saquitos de té.

Ese papel grueso, fuerte, poco flexible termina mojado, manchado por la yerba, las verduras, el té, con olor a podrido, termina siendo revulsivo. Y después, cuando ya no sirve más, ni siquiera para sostener la carga de los residuos, va a parar a una bolsa, en el tacho de basura.

jueves, 8 de octubre de 2009

otra vez


Encontré esto en el archivo de mi compu, donde tengo muchos textos inéditos y me pareció muy gracioso. A Carita le va a gustar. Está inconcluso pero vale igual:

Paloma
¿A quién se le habrá ocurrido eso de que las palomas son el símbolo de la paz? Les voy a contar una historia, que quizá muchos no sepan, pero aquí y ahora voy a desmitificar eso de las palomas y la paz.

En Argentina no había palomas. No sólo no había en Argentina, tampoco había en el continente americano porque las palomas son europeas. Y no es una casualidad. Las palomas son sucias y para que no me tachen de subjetiva no voy a decir que son inmundas, pero sí que son malolientes. Y los europeos también, no les sobra el agua y a veces no pueden bañarse todos los días. Algunos fabricaron grandes perfumes para sentirse menos sucios, pero ni la mejor fragancia del mundo podrá reemplazar al jabón...

A algún gracioso se le ocurrió traer una parejita de palomos a Buenos Aires. Ese no sé quién vino en barco desde el Viejo Continente, llegó al puerto y además de una valija con sus pertenencias, sonreía con una jaula en la mano. Adentro, una hembra y un macho de una especie desconocida, exótica. Eran aves y se parecían a


Ni en pedo pongo la foto de una paloma en mi blog

martes, 24 de febrero de 2009

Comer bien, comer mal


Ir a comer afuera es un plan que hacemos de vez en cuando, sobre todo por una cuestión financiera. Cuando nos jugamos el billete, por supuesto, pretendemos que todo salga bien. De no mediar ningún imponderable, lo más importante es la comida: si comés rico, te podés dar por satisfecho. Pero nosotros no nos conformamos con eso, también le echamos el ojo a la atención, la higiene, el confort.

Hay muchas situaciones que te pueden sonar una cena. La lentitud del mozo, que te traiga un plato que no pediste, que no haya sal en la mesa –o en su defecto que se haya humedecido y no salga-, que la carne esté bien jugosa, sangrante, en vez de a punto, como la habías pedido, que sobrevuelen los insectos y te piquen los mosquitos, que las sillas sean incómodas, que la mesa esté inclinada…

A veces todo esto no sucede, es decir está todo dado para pasar una noche impecable. Sin embargo existe alguna conspiración contra el buen vivir que se hace presente justo cuando pensábamos que nada malo podía pasar. Es ahí cuando aparece un personaje nefasto: el canchero argentino. Se sienta justo en la mesa de atrás, habla fuerte y antes de saludar a la moza, le dice:
-Crédito sí, ¿no?
La moza, con cara de “no hablamos el mismo idioma”, suelta un:
-¿Qué?
-Tarjeta de crédito, ¿tenés? –amplió un poco el concepto para que los normales entendiéramos.
La moza le dice que no trabajan con tarjetas, pero él se sienta igual, cruza las piernas, se fuma un pucho, habla fuerte y le da cátedra a sus amigos extranjeros. Para que nadie se pierda su interesante monólogo, dice a los gritos:

-Cuánto más al norte vas, más cálidas son las mujeres (sic). Es loquísimo pero es así. Ni te conviene mirar minas acá en Buenos Aires, acá las minas son muy complicadas. Te re cuesta llevártelas al telo. En cambio si vas a Misiones, ponele, vas a ver que las minas son re lindas y son mucho más fáciles. De una te las llevás al telo. Yo creo que es por el clima, donde hace más calor, las mujeres son más calientes. ¡Y no sabés lo buenas que están las minas allá!

Por suerte yo ya estaba terminando la degustación de platos mexicanos, pero me compadezco de los que recién empezaban a comer.

sábado, 21 de febrero de 2009

Oscar


Se vienen los Oscar y todo remite a él. Recuerdo haberle dicho: “Los Oscar no tienen mucho prestigio. Me causa mucha gracia cuando en el cine anuncian una película: ‘Del director equis, ganador del Oscar’. Como si el hecho de tener un Oscar garantizara algo…”. Fue gracioso porque dije eso sin darme cuenta de que estaba dialogando con un chico que se llama como la estatuilla hollywoodense, con acento en la “o” y no en la “a”. Pero, de todos modos, él coincidió; éste es un Oscar inteligente.

El 22 es el gran día para el mundo del espectáculo internacional, pero a mí eso no me importa. El tema es que vengo escuchando ese nombre hasta el cansancio. Por si fuera poco, el colectivo pasa por la calle Corrientes, donde, entre tantísimos carteles de publicidades, hay uno que es protagonista: “Oskar calzados”. Y además, voy a Floresta, un barrio que en la perra vida piso, y una de las pocas calles que tiene señalización es “Bogotá”. En el crucigrama del domingo pasado de Página 12, me toca escribir “bogotano” que responde a “natural de Bogotá”. Sin contar la cantidad insoportable de colombianos que me cruzo en el colectivo, en un bar, en la calle…

El mundo Oscar se va a terminar esta semana. Espero que mi mundo Oscar también se cierre, aunque me gusten las películas con finales abiertos.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Leonardo, Kate & Sam


El domingo me fui del cine con la sensación. Esa sensación que cada tanto se nos da: la de haber visto una gran película. En el momento en el que la pantalla se fundió a negro y empezó a correr el listado de créditos, me di cuenta de que iba a ser difícil ponerse de pie, mirar a mi amiga y salir de la sala como si nada hubiera ocurrido. De hecho fue tan difícil que con Paola nos miramos pero no nos pudimos hablar, recién afuera descargamos un “uh”.

Para los que no la conocen, Pao es una chica de lengua fácil y casi nada le quita el habla. Una película que la deja sin palabras es una película con mayúsculas. Sólo un sueño pudo con ella, y conmigo, y creo que con gran parte del público que estaba en la sala del Hoyts Abasto.

Una película que te deja pensando, que propone reflexionar sobre algunos temas en general; replantearse algunas actitudes y decisiones que tomamos en la vida. Una película simple, con grandes actuaciones, con planos cerrados, con panorámicas aparentemente vacías que comunican mucho.

Dedos que se enredan en el cable del teléfono; un living ordenado, con los muebles en su lugar, lleno de luz y sin embargo oscuro; una chica que se emborracha, baila desenfrenadamente y termina la noche con una relación fugaz en el asiento de un auto. Todas escenas perfectamente craneadas por Sam Mendes -también director de otra película realista: Belleza americana-, e interpretadas con inigualable carácter por Kate Winslet y Leonardo Di Caprio.

El film está basado en la novela de Richard Yates Revolutionary road -el mismo título de la película en inglés-, que me dieron ganas de leer pero lamentablemente no se consigue fácil en Buenos Aires.

Algo parecido me pasó cuando fui a ver Crónica de una fuga; salí con ansias de leer Pase libre. En esa oportunidad tuve más suerte, mi amiga Ayelén me prestó el libro, propiedad de Pablito U. Lo terminé de leer en Uruguay y se lo devolví a su dueño meses después con restos de arena y humedad de mar. Ahora, si alguien me consigue la novela de Yates, prometo entregarla en tiempo y forma.

martes, 6 de enero de 2009

Vermú


Una experiencia con gente más grande, de otra generación, me hizo conocer sabores viejos, olvidados en los anaqueles de los bares, sabores que volví a descubrir hace poco en las recorridas nocturnas de mis últimas vacaciones. De esa botella de vidrio sin logo se desliza una medida de caña con pitanga, caña con butiá, de grapamiel.

Suelo ser reacia a los cócteles que no conozco porque los alcoholes baratos no me inspiran mucha confianza. Sin embargo, si me recomiendan me animo y empino el codo. Sobre todo en esos bares que invitan a beber compulsivamente, ya sea por su calidez o por su amigable tarifa. Una combinación maravillosa, difícil de encontrar. Pero no imposible.

En Montevideo, el bar Los yuyos, es como una nursery de alcohólicos. Detrás de la antigua barra de madera se lucen las botellas de cañas varias, controladas por el barman que nos mima y por apenas 25 pesos uruguayos nos sirve un chupito revitalizador.

En los bares de Uruguay me siento como si tuviese 70 años y fuese a tomar un aperitivo a eso de las siete de la tarde. Me siento así, mayor, y me gusta. Me gustaría llegar a esa edad con unas cuantas cañas encima y llamar al mozo con la mano y hacerle una seña para que me traiga el vermucito de rigor.