domingo, 16 de noviembre de 2008

La noche de anoche


Fue la noche de los museos. Un evento que combina arte, música, gente y esa placentera sensación que tenemos cuando vamos a muchos lugares y no ponemos un peso. Ni siquiera para el traslado. Fue raro, por ejemplo, subirse a un colectivo, mostrar el “free pass” de la noche de los museos y que el colectivero se vistiera de patova para decirte: “Está bien, pasá”.

Vi cosas raras, algunas en la Torre monumental, unos clips muy buenos en la Plaza San Martín en una pantalla inflable que flameaba por el viento que soplaba fuerte. Porque a pesar de que hace 15 días que la temperatura promedio a la noche era de 27 grados, ayer, con miles de espectáculos al aire libre, la temperatura bajó como 10 grados. La noche de los museos fue la noche del frío.

Había contrastes, esos contrastes de toda gran ciudad. Gente que iba especialmente a ver un video a la Plaza San Martín, gente que pasaba por ahí y preguntaba de qué se trataba todo eso, gente que puteaba porque no se había enterado de que era la noche de los museos y ya había armado otro plan, gente que se sacaba fotos con la pantalla inflable de fondo, gente que gritaba desaforadamente “¿y el golden dónde está?” desde un trencito de la alegría…

En el Museo Quinquela Martín de La Boca había gente que comía unas empanadas de pollo o un pancho con mostaza mientras la guía contaba: “Fíjense cómo quería Quinquela al barrio, que cuando un señor muy importante llamado Benito Mussolini le quiso comprar una pintura con un cheque en blanco, Quinquela le dijo: ‘Este cuadro se hizo en La Boca y va a morir en La Boca’”.

Yo no soy tan fiel como Quinquela, nací en La Boca pero al menos ayer morí en Barracas antes de las dos de la mañana dura por el frío y pasada de cansancio.